El Imperio Bizantino fue la continuación del Imperio Romano en Oriente, con su capital en Constantinopla (actual Estambul). Surgió oficialmente en el siglo IV, cuando el emperador Constantino I trasladó la capital del imperio romano a esta ciudad en el año 330. Aunque inicialmente fue parte del Imperio Romano, con el tiempo adquirió características propias, como el predominio del cristianismo ortodoxo y una estructura política centralizada.
Antes de pasar al mapa conceptual del Imperio Bizantino, repasemos sus características.
Características del Imperio Bizantino
Una de las diferencias clave entre el Imperio Bizantino y el Imperio Romano de Occidente fue su longevidad. Mientras que el Imperio Romano de Occidente cayó en el año 476, el Bizantino sobrevivió casi mil años más, hasta la caída de Constantinopla en 1453 a manos del Imperio Otomano. Durante este tiempo, enfrentó numerosos desafíos, incluidos ataques de persas, árabes, eslavos y normandos, así como conflictos internos.
La cultura bizantina fue una mezcla de tradiciones romanas, griegas y cristianas. Su lengua oficial fue el griego, aunque en sus primeros siglos, el latín seguía siendo ampliamente utilizado. El arte bizantino es reconocido por sus mosaicos religiosos, su arquitectura (como la emblemática Iglesia de Santa Sofía) y sus contribuciones al desarrollo del derecho, especialmente a través del Corpus Juris Civilis, compilado por el emperador Justiniano.
También jugó un papel crucial en la preservación del conocimiento clásico, transmitiendo a Europa occidental las obras filosóficas y científicas de la antigua Grecia. Además, su influencia se extendió hacia el este, contribuyendo a la cristianización de los pueblos eslavos, como los rusos y los búlgaros, quienes adoptaron el alfabeto cirílico y la tradición ortodoxa bizantina.